NO QUERRÁS QUE SEA EL CUENTO DE TU VIDA

NO QUERRÁS QUE SEA EL CUENTO DE TU VIDA

 

Hoy, mientras me encontraba totalmente inmerso en mi trabajo, entre llamadas, visitas, prisas y la exigente e impía supervisión de mi colmada agenda diaria, recordé un cuento que escribí durante mi evaluación para mi certificación como coach.

Te dejo con el cuento de:

 

EL SALMÓN

Voy a narrarte la peculiar historia de un pequeño salmón que como todos sus semejantes, quedó huérfano de nacimiento, aunque su actitud y curiosidad hacia la vida marcó una diferencia con respecto a sus compañeros.

 

La llegada al mundo de estos seres puede ser desconcertante y confusa, y si no, imagina:

 

Tu huevo, aquel en el que te desarrollas como embrión, eclosiona y de pronto te encuentras abriendo los ojos por primera vez ante el mundo que te rodea… Tantas cosas para ver, tantos colores, tantas texturas, tantos olores y sabores y a la vez tantos peligros… ¡¡Y todo eso sin un padre o madre que te proteja y te guíe!! Pues bien, en ese contexto nació nuestro protagonista, que ya desde bien pequeño se conmovió ante tan bello espectáculo que la naturaleza le brindaba y sentía una enorme curiosidad.

 

Pasó el tiempo y los pequeños alevines iban creciendo poco a poco. Sus días transcurrían según lo marcado, según lo que sus instintos le dictaban a sus emociones que debían hacer. Permanecían la mayor parte del tiempo al abrigo de la roca exponiéndose lo mínimo sólo para buscar lo justo de comida, ya que el mero hecho de alejarse un poco de su refugio los hacía estremecer de miedo… La amenaza de ser devorados por otro pez más grande (u otra cosa) siempre estaba presente en ellos y, aunque no sabían a ciencia cierta qué es lo que podría pasarles, siempre se abstenían de alejarse,siempre se dejaban guiar por su miedo.

 

Pero nuestro pequeño amigo era diferente, no podía dejar de nadar de acá para allá, de hacerse preguntas, de disfrutar de lo que le rodeaba, de explorar, de conocer… su mejor amigo y primer pez al que vio al nacer solía decirle:

– Pero ¿cómo puedes estar tan loco? ¡Vas a conseguir que te maten! ¿No ves lo que hacen todos? ¡deberías quedarte aquí al abrigo de la roca!

–  Amigo mío, ¿Y quién dijo que deberíamos estar todos ahí amontonados día y noche? No sabemos cómo hemos llegado hasta aquí pero debe haber algo más… ¿No ves la belleza que hay a nuestro alrededor? No… definitivamente creo que la vida debe ser algo más que estar escondidos y salir sólo para comer.

– Es lo que debe hacerse -Replicó su asustado amigo- Y si no mira a los demás.

 

El tiempo pasó y los pequeños se hicieron mayores. Fué entonces cuando, volviendo a seguir la llamada de la naturaleza, de sus impulsos unos y por imitación otros, comenzaron su viaje hacia el océano, río abajo.

 

Éste trayecto, aunque cómodo y relajado (prácticamente se dejaban llevar por la corriente) difería enormemente de un viaje de placer, ya que todos, asustados, corrían de roca en roca, sin mirar nada de lo que había a su alrededor. Sólo se limitaban a seguir los pasos de su compañero de adelante, Sin cuestionarse nada…

 

Pero nuestro pequeño amigo volvía a diferenciarse del resto… Entre las prisas y los miedos de los demás se oían exclamaciones:

 

-¡Ohhhh!… mira esa planta, qué verde más bonito… ¡Ohhh! Y esa piedra, sus colores… ¡Parece una piedra preciosa!- Decía maravillado el curioso salmón.

 

-¡Insensato!- Sentenció su amigo- ¿No ves que te estás poniendo en peligro? ¿Acaso ves a alguno haciendo lo que tú haces? ¡Solo Dios sabe lo que podría pasarte si no corres de roca en roca sin perder el tiempo!

 

-Pero, amigo- contestó nuestro pez- si voy corriendo de roca en roca: ¿Cómo voy a poder apreciar todo esto que nos rodea? ¡No
tiene sentido!

 

-¡Lo que no tiene sentido es lo que tú haces! ¡Tienes que sobrevivir para llegar al mar, ese es el sentido de este viaje!

 

La angustia de todos se apaciguó cuando, por fin, llegaron al mar cambiando las rápidas y estrechas aguas por otras de apariencia más tranquilas y mucho más amplias. Esto, claro está, no dejó indiferente a nuestro amigo

 

– ¡Dios mío! ¡Qué maravilla!- Se le oía exclamar- ¡Mira cuantísimos peces! ¡Y cuantos colores! La vegetación, las conchas… ¡Es maravilloso!

– ¡Calla!- Le espetó su amigo- ¿No ves que podrían escucharte? ¡Atraerás a algún depredador!

 

– ¡Te pasas la vida asustado! ¿Es que estás ciego? ¿No tienes ojos para ver lo que hay a tu alrededor? ¿No tienes alma para conmoverte por ello?

 

– ¡Claro que tengo ojos! Ojos para vigilar lo que hay a mi alrededor ¡Tengo que protegerme! Y si no: Mira, ¿Qué es lo que hacen todos los demás?

 

La angustia del río pasó a ser la angustia del mar para todos ellos que vivían sus vidas exponiéndose lo justo y necesario para obtener su alimento. Y nada más.

 

Los años fueron pasando hasta convertirse en robustos peces, años que no les sirvieron para cambiar su manera de enfocar la vida y robustez que no les sirvió para ser más valientes. Vivían la vida de la misma manera que la venía viviendo hasta ahora porque, claro, es lo que debían hacer para sobrevivir.

Una mañana, la naturaleza volvió a pronunciarse, y nuestros peces emprendieron  el camino de regreso al lugar que un día los vio nacer. El trayecto era largo y tortuoso, luchando contra el frío y corrientes adversas y no exento de peligros.

 

Todos corrían río arriba, con una tremenda prisa por llegar a su destino y no menos asustados de lo que lo habían estado durante toda su vida.

 

Pero… Sí… seguro que lo adivináis ¿Quién mostraba una actitud totalmente diferente al resto?

 

Efectivamente, ese era nuestro amigo:

 

–  ¡Vaya!- Se le oía exclamar con lágrimas en sus ojos- Casi no recordaba estos paisajes, ¡qué preciosidad!, ¡qué contraste con el océano!

 

– ¡Vamos, no te pares!- Le recriminaba su amigo- ¡Tenemos que llegar rápido!

 

– Pero…-Cuestionaba nuestro salmón-  ¿Llegar rápido a dónde? Y¿Para qué?

 

Tenemos que seguir al resto, ¡Es lo que hay que hacer! ¡Debemos sobrevivir!

 

¿Es que no te das cuenta de que ni te has planteado la respuesta a estas preguntas? Te limitas sólo a hacer lo que hacen todos sin siquiera plantearte para qué lo haces. Lo siento amigo, ¡Mírate! ¡Estás exhausto! Gastando tus energías y salud para llegar a donde ni sabes… ¿Sabes? creo que disfrutaré del paseo… Adelántate tú.

 

– ¡Estás loco! ¡No dirás luego que no te advertí!

 

Así pues, el camino de nuestros protagonistas se separó, siguiendo uno a la masa a toda velocidad y el otro a su propio criterio y deseos.

 

Pasaron los días, y nuestro amigo nadó tranquilamente. Cuando quiso descansar descansó, cuando quiso admirar un paisaje se paró, cuando quiso deleitar su paladar con nuevos sabores hizo un alto en el camino ello…

 

De esta forma, sin prisa pero sin pausa, acabó por llegar a su destino, que era el mismo que el de sus semejantes. Pero…

La imagen que encontró allí distaba mucho de las que fue almacenando por el camino en la cámara de su mente:

 

Todos sus hermanos yacían por doquier, el cansancio y el estrés había hecho que a la mayoría se les escapase la vida con la misma prisa que se daban para al llegar. Entre tan desolador paisaje pudo distinguir la maltrecha figura de su mejor amigo:

 

-¡Amigo mío!- Dijo con lágrimas en los ojos- Pero… ¡Mírate! ¿qué te ha pasado?

 

-¡Gracias a dios que estás aquí!- Le respondió- ¿Sabes? No he dejado de pensar en la última conversación que tuvimos mientras corría como un loco río arriba, y ahora… Ahora ya es tarde. ¡He estado tan ciego! He vivido preso del miedo por perder la vida si no hacía lo que debía sin darme cuenta de que ya la estaba perdiendo. Cada día que pasé asustado, cada minuto que pasé estresado, cada segundo que pasé corriendo fue tiempo perdido, entregado, no disfrutado. ¡Cuánta razón tenías! Y es ahora, a punto de morir, cuando me arrepiento de no haber sabido apreciar el regalo que se me dio, y es ahora, a punto de morir, cuando me doy cuenta:

Tan preocupado estaba por sobrevivir que se me olvidó lo más importante:

 

-VIVIR.

 

Quiero dar por finalizado mi relato con un fragmento de una canción que ya de pequeño quedó grabado de por vida en mi cabeza:

 

“Y dime qué sentido tiene, cuéntame de qué me vale, querer llegar a mi destino sin disfrutar del camino”

 

Suscríbase a mi blog si desea estar informado cuando suba una nueva entrada al blog rellenando el siguiente formulario:

Loading

Los datos que facilite a través de este formulario serán utilizados para informarle de nuevas entradas del blog e informarle de novedades referentes a servicios tratados esta  web, el responsable de los datos es Alvaro Martín. Se guardan en una base de datos alojada en los servidores 1&1 Internet España S.L.U.

Deja una respuesta